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Andinismo en MALVINAS


Al atardecer del día previo al ascenso al Usborne, planeamos desde la Pradera del Ganso por donde intentar la escalada

Para cualquier argentino Malvinas es un sentimiento. No coincidimos seguramente en el primero que surge, pero a todos nos sacude ese nombre. Con Marcelo, un compañero de varios viajes en los Andes, decidimos ir a las Malvinas en mayo, justo 30 años después de la guerra. A ambos nos movía la aventura de la tierra por descubrir, a mi poder ir a ejercer el ser argentino haciendo andinismo como en cualquier punto del país y a él volver a las islas donde había vivido y combatido cuando tenía 19 años.

Convencido que hay que trascender la guerra y hay que visitar las Malvinas en otro carácter que el de víctima, comenzamos a buscar destinos vinculados al andinismo, pese a que la altura máxima del archipiélago es 705 metros. Dimos con un interesante trabajo de un soldado británico que vivió varias campañas en Mount Pleasant, la superpoblada base militar ubicada en la isla Soledad. De origen escocés encontró en las formas malvinenses reminiscencias de las montañas que lo hicieron escalador, de similar altura y condiciones climáticas. Supo escribir que “Durante mis dos visitas a las islas me las arreglé para escalar o caminar cada fin de semana, las dos campañas fueron durante el invierno y logré abrir 12 itinerarios. En la actualidad existe una guía con más de 300 rutas en roca y hielo para escalar en invierno. Las Malvinas son un lugar increíble, la fauna es increíble y fuera de los campos de batalla tan virgen”. En sitios como Summitpost y en la misma guía también se describían recorridos a las cumbres y travesías entre ellas. Todos coincidían en las condiciones duras por el frio y el viento y sugerían el uso de crampones y piolet para ciertos recorridos.

Con los apuntes sobre la actividad que queríamos hacer en la mochila viajamos a Rio Gallegos para desde ahí tomar el avión de LAN que los sábados viaja a Malvinas. Ni bien llegamos el frio patagónico nos aguijoneó indicándonos lo que vendría. Durante el día y pico que pasamos en la capital de Santa Cruz los silencios les ganaban a las charlas, el viaje iba girando a lo emocional y dejábamos plácidamente que así sea.

La impresión que teníamos era que nos chocaría ver la ocupación británica y que esa situación ocuparía el centro de atención durante la semana que estaríamos en las islas. Por otro lado también pensábamos que la realidad superaría la utopía que hoy pensamos que significa recuperar la soberanía sobre las Malvinas.

Todavía de noche llegamos al aeropuerto y aguardamos el llamado de la aerolínea para embarcar. La voz anunció el vuelo a las Islas Malvinas, el primer escollo estaba superado, los chilenos no nos hacían escuchar Falklands por ahora. Cuando el anuncio terminó se pararon otras 9 personas que serían nuestros compañeros de viaje, al menos no éramos los únicos. Las presentaciones dieron que eran 5 veteranos del BIM 5 que volvían a las islas, un entrerriano que iba a conocer y el líder de la banda de rock “La Perra que los Parió” que viajaba a filmar un clip con su novia. Además viajaba un curioso personaje contrera y crítico, casi diría pro británico a quien bautizamos Nelson Castro, ya que permanentemente descalificaba cualquier comentario sobre la soberanía, la guerra, el andinismo y cualquier reclamo argentino sobre las islas. En definitiva, como Nelson, que haga lo que haga el gobierno lo mata, nuestro compañero era igual, pero para hacerse una idea reemplacen el gobierno por Malvinas.

Lógicamente, al viajar a territorio argentino no hay migraciones, así que con una sonrisa pasamos frente a las autoridades y embarcamos. Subimos al avión y ahí la cosa cambió. Ya no se hablaba castellano, las caras eran blancas con ese típico color sonrojado de los anglosajones y las miradas ya no eran amistosas. Entre medio de esta generalidad viajaban chilenos y santaelinos (de Santa Elena, territorio británico de ultramar en medio del Atlántico) la mano de obra extranjera habitual de las islas.

Las pocas palabras que intercambiamos fue con los hermanos trasandinos, aunque se cuidaban de no parecer tan amistosos con los “argies” ya que nuestra presencia les recuerda la “invasión” que sufrieron en 1982.

Ross Road, en la capital de las Malvinas

La visión de las Malvinas

Una hora después sobrevolábamos el archipiélago, algo más de 500 km dividen el continente de Malvinas. Aterrizamos en Mt. Pleasant, la base militar que alberga el único aeropuerto, ya que el de Puerto Argentino solo está habilitado para las avionetas que vuelan entre las islas. Con un trato duro y hosco nos recibieron, ni una palabra en castellano, los carteles de bienvenida al turismo también son en inglés, pese a que indubitablemente estamos en Sudamérica. Tramites, migraciones, firma de reglamento de convivencia y viaje a Puerto Argentino, Stanley para ellos. Con Marcelo nos alojamos en Lafone House, para nosotros lo de Arlette, quien a lo largo de los días se convertirá en nuestra amiga malvinense. Un típico Bread & Breakfast y su propietaria una agradable señora que vive en las islas desde 1983 con una de sus hijas y 2 nietos. A las 17 hs, ya casi de noche, miré por la ventana de nuestra habitación y descubrí el paisaje de Puerto Argentino que había visto tantas veces por televisión en 1982. Cenamos temprano en Shorty’s hamburguesas, papas fritas o “chacareros”, comida rápida, lo único que se consigue en la capital. Luego antes de ir a dormir lo acompañé a Marcelo al Town Hall, centro cívico del pueblo y sitio donde él estuvo apostado durante la guerra.

El frio domingo temprano salimos esquivando charcos helados con el Land Rover que alquilamos rumbo a Moody Brook, en el final de la bahía, sitio donde estaba el cuartel de los Royal Marines. La huella llega hasta las estribaciones del Monte Tumbledown y ese era nuestro primer objetivo.

Junto con nosotros venían el Colo y Alejandro, dos veteranos del BIM 5 que también iban a Tumbledown que era el sitio donde habían combatido, incluso Ale había salido herido y prisionero de los ingleses. Con la bruma que a veces se transformaba en fina lluvia fuimos ganando altura entre pastizales y terrenos anegados. Pasamos por las cocinas del batallón que todavía están en pie y continuamos hacia la cumbre. Adelante iba Alejandro en silencio buscando su posición, en el medio yo y cerraba Marcelo. Esa frase tantas veces repetida de “nuestros héroes” la notaba flotando en el aire cuando seguía paso a paso a nuestro nuevo amigo. Con alguna dificultad al caminar, producto de su herida de guerra, caminó infatigablemente durante horas buscando ese pozo donde vivió orgullosamente sus 75 días de 1982 y de donde lo sacaron las balas inglesas. Nunca lo encontramos, nunca escuche una queja de parte de él y volvimos empapados a tomar unos mates a un socavón cercano a las cocinas. A la pasada con Marcelo subimos a la cumbre misma del Tumbledown donde una cruz recuerda los caídos de la batalla y regresamos al pueblo.

Las charlas con los isleños nunca llegaron a la cordialidad, aunque no podría decir que fueron hostiles. Solo con Arlette podíamos intercambiar ideas y compartir puntos de vista. Claramente la visión imperante es que en 1982 una dictadura militar invadió su casa y eso suena tan violento como cuando Hitler invadió Polonia o Sadam Kuwait. No comprenden nuestro reclamo basado en la ocupación previa a 1833 y los derechos que surgen desde el punto de vista geográfico. El orgullo no les permite avanzar hacia una cooperación con Argentina, a una hora de vuelo. Cuando se encuentran acorralados frente a lo intransigente de la posición británica solo atinan a afirmar: acá viven familias que tienen 5 o 6 generaciones en las islas, incluso conozco a una que tiene 9”

Con nuestros amigos Ale y Colo y a veces con Nahuel, Eli, Kiko, Armando, Elvio y Ricardo visitamos San Carlos, Darwin, el cementerio argentino y también el inglés, Ganso Verde, Port William, Pembroke y el camino a Port Louis.

Los caminos y las huellas anegadas de las islas nos vieron pasar varias veces buscando conocer algo nuevo y mis compañeros veteranos hallar los sitios donde habían vivido la lejana guerra. Un día volviendo al hotel Alejandro y el Colo nos contaron que finalmente habían encontrado en Tumbledown la posición del primero, esa que no habíamos encontrado el primer día. La alegría por el deber cumplido los embargaba y Alejandro en una muestra mas de su entereza nos contaba que pese a que creía que se desmoronaría emocionalmente frente a los recuerdos, había estado en el lugar donde había caído herido sin derramar lagrimas y pensando en su familia y en simplemente continuar su camino por la vida.

Con Marcelo subimos el Monte William, empapados por la bruma y sin poder contemplar nada desde la cumbre, un lindo ascenso desde Puerto Argentino y con algunos pasos de escalada sencillos. También otro día el Monte Longdon, una larga caminata con mucho frio para llegar a la cumbre de uno de los escenarios de la gran batalla del 13 y 14 de junio de 1982.

Cumbre Mt Longdon. La niebla, una constante en todos los ascensos

Para alcanzar la cumbre del Mt William es necesario superar una serie de pasos con cierta inclinación. De hecho en la cumbre encontramos una vieja clavija en una fisura.

Cumbre en el Mt William bajo una tenue nevada. Unos metros mas abajo de la cumbre se halla esta pequeña cruz

El cocinero de Darwin

Cuando el pronóstico preveía el mejor clima partimos hacia el Monte Usborne, cumbre máxima de las Malvinas. Acá vale hacer una aclaración. La denominación de la cartografía argentina de esa altura es Monte Alberdi y la cadena donde se encuentra Alturas Rivadavia, mientras que la cartografía británica lo señala como Usborne y al sistema como Wickham. Estos nombres surgen de la expedición de Charles Darwin a bordo del Beagle y datan de sus viajes a las Malvinas en 1833 y 1834.

El científico británico que viajaba por Sudamérica durante el verano austral de 1833 arribó a las Malvinas el 1 de marzo, a dos meses de la ocupación británica. Escribe Darwin: “1º de marzo de 1833.- Temprano en la mañana llegamos a Puerto Luis. La primera noticia que recibimos fue, para nuestra sorpresa, que Inglaterra había tomado posesión de las Islas.” De este viaje proviene la denominación Usborne, hecha por el naturalista luego del ascenso del pico en honor al cocinero del Beagle y como andinistas no debemos dejar de reconocer el derecho que le asiste al primero en alcanzar la cumbre. También queda un pormenorizado estudio del zorro lobo de las Malvinas, actualmente extinto y que puede observarse embalsamado en el museo de la capital de las islas, la descripción del asado con cuero que le hicieron gauchos rioplatenses que vivían en el interior de la isla Soledad y una llamativa litografía del dibujante oficial de la expedición Conrad Martens quine registró la llegada a Port Louis dibujando una casa con un mástil con la bandera argentina, dando crédito a la historia que los ingleses en enero de ese año más que ocupar las islas, expulsaron al gobernador argentino y encargaron al colono de origen irlandés William Dickson que enarbolara la bandera del imperio los domingos o cada vez que llegara un navío. Mientras tanto, para no tener conflicto con los argentinos que seguían viviendo allí, seguía ondeando la celeste y blanca. También es cierto que el gauchaje argentino se hartó de la situación en los gélidos agosto y septiembre de 1833, se levantaron contra los representantes británicos, asesinaron al abanderado y huyeron al interior guerreando hasta marzo de 1834 cuando fueron capturados y enviados a Bs As. Esos gauchos eran liderados por el entrerriano Antonio Rivero, quien años después perdería la vida luchando contra los ingleses en la Vuelta de Obligado.

Volviendo a nuestra excusión al Usborne, salimos bien temprano de Puerto Argentino, de noche a las 7 de la mañana con Tony Smith, uno de los pocos guías locales, cuarta generación malvinense, clase 1962, como los soldados que pelearon la guerra. Pocas palabras, un pobre castellano, mate entre nosotros y solo coincidencias si en la radio sonaban los Beatles o Pink Floyd. El viaje hasta Darwin fue bajo la persistente llovizna malvinense y luego nos desviamos hacia San Carlos hasta el inicio de una huella en mal estado que ingresa en la Estancia Goose Green y lleva a Ceritos. Este sitio, según la guía es un corral de piedra construido en 1871, pero no lo vimos ya que nos rodeaba la niebla y pasamos de largo. Dejamos el vehículo y comenzamos la caminata. La bruma no nos permitía ver el paisaje y solo nos guiábamos con el GPS. Pastizales y charcos al principio, luego pasto y roqueríos grandes y luego llegando al filo grandes lajas y rocas. Finalmente alcanzamos la meseta de la cumbre y un poco más allá vimos el hito de la cima. Revisamos el libro de cumbre, no vimos ningún registro argentino, dejamos nuestro testimonio y nos fotografiamos con la bandera argentina. Desde este punto se tiene una visión amplia de todo el archipiélago y también del Negro Tarn, un lago de origen glaciar ubicado al norte del filo cumbrero, pero que en nuestro caso no pudimos ver nada.

Regresamos a Puerto Argentino y para festejar la cumbre y siendo lo último que nos quedaba por hacer en Malvinas de acuerdo al plan, nos fuimos a tomar una cerveza en el Tavern Globe, el icono anti argentino de las islas, eso si, bien temprano para no cruzarnos con ningún violento

Marcelo Bruno superando un paso rocoso durante el ascenso al Usborne

Marcelo Bruno en la cumbre del Usborne

Testimonio de cumbre en el Mt. Usborne. Revisamos todo el libro que databa de 1994 y no encontramos ningun testimonio argentino. Al regreso a la capital de las islas, nos dijeron que luego de la guerra nunca nadie que viniera de Argentina había subido a la mas alta cumbre de las islas.

Concluyendo

El viaje terminaba, los días habían pasado rápido y las convicciones habían ido cambiando. Ya no creo en que la realidad de la ocupación británica sea lo único que existe y que el reclamo argentino sea una utopía. Entiendo claramente que el derecho de autodeterminación es propio de los pueblos originarios no de una población implantada por una potencia extracontinental. Sé que los británicos le van a dar la cara a las islas mientras exista la generación que sufrió la guerra y luego, salvo que los intereses económicos de la FIC, sigan cotizando alto pensaran que hacer ya que con los permisos de pesca no llegan a compensar la aventura militar y petróleo no hay. La geo estrategia hoy pasa por otro lado (sin olvidar la proyección antártica), pero solo el orgullo del león británico puede justificar esta situación y algún día terminará. Por ahora como argentinos nos queda el camino de visitar las Malvinas para que esa tierra se vaya acostumbrando a nuestros pasos.

Cumbre en Mt Tumbledown. La cruz recuerda a los caídos en la batalla por Puerto Argentino

Waypoints

  • Mt Usborne S 51 41 30 O 58 50 05

  • Desvio Mt Usborne S 51 45 37 O 58 56 06

  • Wickham o Rivadavia S 51 43 56 O 58 37 48

  • Mt Challenger S 51 42 25 O 58 11 10

  • Mt Wall S 51 42 31 O 58 03 12

  • Mt Kent S 51 40 25 O 58 06 41

  • Mt Harriet S 51 42 28 O 58 00 43

  • Mt Dos Hermanas S 51 41 24 O 58 01 35

  • Mt William S 51 42 18 O 57 56 45

  • Mt Tumbledown S 51 41 43 O 57 57 46

  • Mt Longdon S 51 40 11 O 57 58 59

  • Mt Vernet S 51 37 28 O 58 05 48

  • Mt Simon S 51 37 58 O 58 32 05

Bahia de Puerto Argentino

Cementerio argentino en Darwin

Goose Green, una pequeña población cercana a Darwin

Pinguinos en Darwin

Globe Tabern, el reducto mas anti argentino de las islas

Iglesia anglicana en Puerto Argentino, una postal de las Malvinas


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